Así, en un tiempo muy diferente al nuestro, los días pasaban tranquilos en el corazón de Ribera, y Peter, caminaba entre viñas con el fin de comprar un viñedo del cual extraer su sueño. El nieto de aquella señora que dio alojamiento a Sisseck, tenía en aquel momento 7 años. De la mano del genio visitaban los pueblos de la zona, preguntaban por viñedos en venta, negociaban. Al final Peter encontró su viñedo, y el joven creció aprendiendo el arte de crear un gran vino, trabajando la tierra.

Cuando el nieto creció, Peter agradeció a su casera el trato recibido pagando los estudios de enología a ese joven inquieto y tímido. Aprendió del creador de Pingus, junto a uno de los más grandes enólogos del mundo y llegó la hora de demostrar su valía.
Mientras, hacia el año 2006 un grupo inversor madrileño buscaba un proyecto enológico donde poder volcar pasiones y deseos en torno a la magia del joven prodigio. Vinos con espíritu, únicos, frutales y compensados. Una producción muy limitada, selecta, extraída de viñedos plantados en la milla de oro de Ribera del Duero.
Un marco prodigioso de características climatológicas y del terruño que aportan lo necesario para crear un gran vino.
Todo pintaba bien hasta que la realidad manchó al vino y la empresa empezó a hacer aguas. Pugnas de socios, falta de medios, saturación del sector, problemas personales y una crisis que no vieron venir. Fruto de aquello el proyecto se paralizó despues de dos añadas en la calle, aún teniendo potencial para convertirse en un referente a nivel nacional. El sueño se vino abajo para los integrantes y como no, para el joven enólogo, que se vió obligado a dedicarse a otros asuntos y tomarse el viñedo como lo que siempre fué en su vida, una pasión.
Es el vivo ejemplo de como solo aunando sueños, deseos, conocimiento e impetu se crean realidades. De lo contrario los sueños, sueños son ...